El calor del pleno invierno
- Gregorio Catalan Berce (GregoCatalan)
- 24 jul 2016
- 3 Min. de lectura
Buen Pastor es una parroquia que trabaja con la iniciativa de La Noche de la Caridad desde hace más de 20 años, para ofrecer compañía y acercarle un plato de comida caliente a quienes no pueden resguardarse del frío en los barrios porteños.

Todos los viernes, sin importar el clima, los voluntarios se acercan a los que menos tienen.
Es un viernes frío como tantos otros y la mayoría prefiere refugiarse en sus hogares en vez de salir a la noche porteña. Algunos no pueden hacerlo. Unos, por no tener un hogar donde resguardarse y otros por el compromiso semanal de aliviar, al menos un poco, el frío, el hambre y la soledad. La Noche de la Caridad es una iniciativa con más de 20 años.
La travesía comienza a las 6 de la tarde en la cocina de la parroquia El Buen Pastor, en el barrio de Caballito. Ahí, como cada viernes, está Silvia, ama de casa y madre de dos hijos, cortando la verdura y poniendo en el fuego las enormes ollas. De otra forma no llegaría a terminar para las 9 y media. Es el mismo procedimiento de hace más de 10 años, cuando ella empezó este camino, que considera de ida. “Salimos, sea invierno o verano, no paramos nunca”, cuenta.
El menú del día incluye polenta con tuco y la infaltable sopa caliente. Silvia cocina para más de cien personas. Sin embargo, no está sola. Poco a poco, empiezan a aparecer más voluntarios. Llega Ana, dueña de una florería, y tras saludar se pone rápido a preparar sánguches con el fiambre que dona una señora del barrio y el pan que aportan algunas panaderías cercanas. Luego, junto con facturas, se entregan para que las personas tengan algo para comer al día siguiente. Claro está, todo lo que cocinan llega de manos generosas que deciden donar.
Hacia las 9 de la noche ya hay doce voluntarios. Además de los grandes termos que transportan la polenta y la sopa, hay botellas de jugo, termos con café y las bolsas con sánguches y facturas. La comida se divide en carritos junto con los recipientes, vasos y cubiertos que se van a usar. Hay dos destinos: Primera Junta y el Hospital Durand. Nueve y media es momento de partir. Llegan los últimos rezagados a la cita semanal en Aranguren 693. Tomás, de 20, siempre tiene que correr para estar a tiempo, porque estudia locución a la noche. Aunque viene con la mochila en la espalda, no duda en hacerse cargo de uno de los carritos. El padre Alberto hace la bendición y los voluntarios salen a enfrentarse a la realidad.
El hambre no discrimina credos, profesiones ni género. Tristemente, tampoco discrimina edades: entre los que esperan un plato caliente hay varios chicos. Pese a que el clima es poco esperanzador, sobra la alegría cuando llegan los del Buen Pastor. Todos se saludan calurosamente, muchos se conocen desde hace años y los demás saludan igual a los desconocidos.
Verónica, estudiante de filosofía, sirve el guiso junto a Ana, agregando dos pancitos. “Me siento útil, siento que puedo darle un poco de mí a alguien que lo necesita”, cuenta la joven. Durante la cena, el único desorden lo producen las voces entremezcladas. En un rincón hay un par jugando al truco, otros charlan de los temas más variados: desde lo que pasó en la semana hasta religión o política. Muchos aseguran que, más allá de la comida –muy necesaria-, la mayoría necesita una oreja amiga que combata la indiferencia con la que lidian todos los días.
Cuando la mayoría terminó, se sirve el café, muchas veces acompañado con postre. Todos halagan el budín de pan que hizo Ana, pero ella ya no se sonroja porque está acostumbrada al elogio. La despedida, sobre las 11, corta las conversaciones hasta la próxima vez. Los saludos son igualmente afectuosos y reina la promesa implícita de reencontrarse la semana siguiente.
Tomás reconoce que participar de la iniciativa lo ayuda a valorar lo que tiene y quejarse menos por el ajetreo diario, pero no es su única motivación. “Sé que no puedo cambiar el mundo, pero puedo cambiarle el día a una persona”, asegura con una sonrisa.
-¿Cómo ayudar?:
Participando como voluntario.
Acercando donaciones de alimentos no perecederos.
-¿Cuándo?:
Los viernes entre las 18 y las 21 en la parroquia. El voluntariado finaliza cerca de las 23.
-¿Dónde?:
Aranguren 693, Caballito, CABA.
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