top of page

La magia de Purcell brilló en el Teatro Colón

  • Camila Faija (@camilafaija)
  • 1 jul 2016
  • 3 Min. de lectura

La coreógrafa alemana Sasha Waltz presentó su producción de Dido y Eneas, una ópera barroca de 1682, durante la temporada lírica en Buenos Aires.

(Foto: Página de Buenos Aires Ciudad)

La ópera barroca se subió al escenario del Teatro Colón durante su temporada lírica y se ganó la ovación del público porteño. La coreógrafa alemana Sasha Waltz le dio vida una vez más a Dido y Eneas, ópera prima del compositor británico Henry Purcell de 1682, y logró captar la atención de muchos espectadores que disfrutaron del espectáculo a pesar de estrenar durante una fría Buenos Aires.

Una combinación artística perfecta sobre el tablado del Colón: la melodía del conductor inglés de ópera clásica y barroca Christopher Moulds y la dirección escénica y coreográfica de la Madonna de la danza contemporánea. Desde el primer momento, Moulds consigue captar la atención de un público variado e internacional con su orquesta de cuerdas y recitativos, mientras que Waltz defiende, como siempre, la expresión corporal como su más fiel instrumento.

La obertura el comienzo de tipo francés, empezó con sus coros homofónicos y ritmos de danza, acompañados a la perfección con los tenores y líricos con sus respectivos homónimos bailados y una sentida interpretación. Desde un principio, Waltz demuestra un desafío bien logrado.

Durante el primer acto, el trabajo de la vestuarista alemana Christine Birkle es el que brilla indiscutidamente. Eneas, interpretado por Reuben Willcox, que escapa de Troya, encuentra refugio en el Palacio de la reina mezzosoprano Dido. Su hermana Belinda, acompañada por un séquito de damas, logra convencerla de que el príncipe también la ama. Un divertido y colorido número en el que, entre coros y solos, los cantantes y bailarines se despojan de sus elegantes aunque exagerados trajes de época que hasta desde el gallinero pueden apreciarse.

El diseño de iluminación de Thilo Reuther se vuelve protagonista también en el segundo acto. Se desarrolla en la cueva de la Hechicera que quiere destruir a Dido y que, con la ayuda de las brujas, consigue concretar un siniestro plan para hacer que Eneas vuelva a Italia y fundar un nuevo reino. Entre tanto, se desata una tormenta que produce un efecto estrepitoso que recorre todo el teatro. El juego de luces y sombras casi alcanza a dar la sensación de que una lluvia de rayos azota al Teatro Colón, sino fuera porque las gotas de la tempestad brillan por su ausencia.

Después del segundo cuadro y de que la Hechicera convenciera a Eneas de renunciar a su amor por Dido, la sublime actuación coreografiada por la Madonna de la danza contemporánea no deja de sorprender. Abre el tercer acto para desarrollar una discusión entre Dido y Eneas, escenificada en dos cuerpos de cerca de quince bailarines cada uno, contrapuestos por la pelea entre el héroe troyano y la reina de Cartago.

Si bien la producción escénica aparenta tener un alto nivel de exquisitez expresivo desde lo musical hasta lo coreográfico, nada puede compararse con el número estrella de Dido y Eneas: la muerte de la reina de Cartago. Dido rechaza el arrepentimiento de su amante y comienza a dejarse morir poco a poco.

El coro final de Con las alas caídas, de una profundidad absoluta con sentimiento apoyado en el uso de escalas menores descendentes y las impresionantes pausas, marca el triste final de Dido. Ambas, la reina mezzosoprano -Aurore Ugolin- y su homónimo en la danza -Yael Schnell-, se dejan llevar por la agonía de la reina de Cartago. La triste historia de un amor amenazado frente a la deseos de los míticos dioses y que mantiene al espectador al filo del asiento.

La versión coreografiada de Dido y Eneas que propone Sasha Waltz es una ópera en tres actos con música de Henry Purcell y libreto en inglés del dramaturgo y poeta Nahum Tate, basado en su tragedia Brutus of Alba or The Enchanted Lovers y en el canto IV de la Eneida de Virgilio. Hoy día podría considerarse una de las obras teatrales más prestigiosas a nivel coreográfico y musical desde su estreno en 2005. Aunque pasen los años, la magia de Purcell se ha convertido, por excelencia, en un hito de la ópera barroca.

Comments


Últimas Notas

bottom of page